DECLARANDO DE INTERÉS LA PRESENTACION DEL LIBRO PEDAGOGÍA DE LA INTENCIONALIDAD EDUCANDO PARA UNA CONCIENCIA ACTIVA

PROYECTO DE RESOLUCION

FUNDAMENTOS

HONORABLE CAMARA:

El presente proyecto de Resolución tiene por finalidad, declarar de interés de esta H. Cámara el libro, “Pedagogía de la Intencionalidad. Educando para una conciencia activa”, Ed. Homo Sapiens, Rosario, de los autores Rebeca Bize y Mario Aguilar, que será presentado en la Feria del Libro de la Provincia de Mendoza, el día 17 de Octubre.
Mario Aguilar es Profesor de la Universidad de Chile y Presidente Nacional del Colegio de Profesores de Chile. Rebeca Bize es Educadora de Párvulos de la Universidad de Chile. Ha sido Directora de Educación en la Corporación Municipal de Ñuñoa, docente de la Universidad Educares, Andrés Bello y del Instituto Profesional de Providencia. Ambos poseen diversas publicaciones, entre ellas la coautoría de la obra “Pedagogía de la Intencionalidad. Educando para una conciencia activa”
No hay educación sin una concepción del ser humano. Inclusive cuando no declaramos cuál es nuestra concepción, el trabajo pedagógico que realizamos contribuye para formar seres humanos que podrán fortalecer proyectos de sociedades más libres, democráticas, solidarias y justas, o seres humanos que contribuirán para la existencia de sociedades injustas, desiguales, prejuiciosas e insustentables. Es por esto que la educación no es un hecho social neutro; y como no lo es, puede formar tanto sujetos sometidos, como sujetos libres y autónomos. La educación puede ser tanto una acción cultural para la dominación como puede ser una acción cultural para la liberación. Ella puede ser liberadora, emancipadora, o “bancaria”, como sostenía Paulo Freire. De ahí deviene la politicidad inherente al acto educativo.
Del mismo modo, no hay métodos de enseñanza y de investigación que no se fundamenten en una antropología y en una teoría del conocimiento. Desde un punto de vista emancipatorio, la educación es importante en la formación del pueblo sujeto, del pueblo soberano. Toda educación y toda pedagogía, como teoría de la educación, se fundamentan en una determinada concepción del mundo y del ser humano.
Hoy en día existe una excesiva preocupación por los métodos, las técnicas, los currículos, la evaluación y la planificación – que caracterizan a la educación tecnicista, pragmatizada, utilitarista – que supone la cuestión filosófica y política de los fines de la educación como algo ya resuelto. No se relaciona a los medios con los fines. Innovamos en las metodologías, realizamos estupendas pruebas y sabemos evaluar con perfección sin preguntarnos sobre el propio sentido de lo que estamos evaluando. Nuestras didácticas se acercan a la perfección: ¿para qué? Parece que la pregunta sobre los fines de la educación ya no existe. Educar se tornó un acto mecánico. Es el dominio de los medios sobre los fines. Nos preocupamos mucho por la calidad de la educación – y precisamos preocuparnos – pero, antes que nada precisamos saber de qué calidad estamos hablando y de qué educación estamos hablando.
Precisamos distinguir una calidad de la educación en general de una calidad social de la educación. Es preciso decir de qué educación estamos hablando, a partir de cual perspectiva. Allí radica la importancia de una perspectiva emancipadora de la educación. Hoy en día los sistemas de enseñanza están más preocupados por la evaluación que por la educación. Se aprenden muchas cosas pero no se sabe para qué. Lo importante es aprender.
La Unesco tiene razón cuando apunta cuatro pilares para la educación del futuro: aprender a aprender, aprender a convivir, aprender a hacer y aprender a ser. Sin embargo, se olvidó de uno: “aprender, ¿para qué?” La cuestión del sentido de la educación no puede caer en el olvido.
No son raros los casos de políticas educativas que consideran a la educación como una mercancía a ser comprada por quien puede pagar, reduciendo nuestras identidades a la de meros consumidores, despreciando el espacio público y la dimensión humanista de la educación.
Hoy en día precisamos educar al propio sistema educativo. No es por casualidad que el modelo escolar vigente ha confundido educación con escolarización, ha confundido pedagogía con didáctica, calidad de la educación con pruebas de aprendizaje, ha confundido el saber escolar con todo el saber y, por eso, ha concebido a la escuela como el único espacio educativo. Todo esto se debe a una sociedad en donde el mercado es el que dictamina las normas.
Vivimos hoy una profunda crisis de la educación y, en particular, una crisis de la relación profesor-alumno. Bajo la lógica del mercado, se impone a los profesores la realización de un “trabajo”, para atender bien a sus “clientes”. A los alumnos, que sepan exigir el producto adecuado, en el tiempo determinado y, preferentemente, con el menor costo posible. La educación se convierte en una mercancía. La relación profesor-alumno se volvió tensa, agresiva, porque reproduce relaciones competitivas de mercado. Al educador – aquel que aún espera contribuir con el proceso de humanización – le resta la ardua tarea, no siempre exitosa, de resistir ante tiempos tan difíciles. Las consecuencia, y con cada vez más frecuencia, son el estrés, el agotamiento, la pérdida del autoestima, la desistencia del profesor. Es una sociedad que no valora a sus profesionales de la educación. Los profesores se van tornando meros “facilitadores”, máquinas de reproducción social.
Al contrario, en una concepción humanista y emancipadora, la educación es un derecho humano (¡y no una mercancía!). Bajo la lógica del ser humano (¡y no del mercado!), el profesor es el profesional del sentido, creador de sueños, y por lo tanto un problematizador, y no un facilitador. No existe cualidad en la enseñanza-aprendizaje cuando el profesor, para enseñar, precisa renunciar a sí mismo, alienarse, renunciar a sus ideas, a sus sueños, para realizar los sueños del mercado capitalista. La educación no puede subordinarse a las exigencias del mercado y del capital.
Una nueva pedagogía emancipadora de la educación hoy precisa considerar el contexto de las profundas transformaciones por las que pasa no sólo el ser humano, sino toda la comunidad de vida que, con él, comparte el planeta Tierra. La crisis que vivimos hoy es más amplia que la crisis de la educación. Es menos una crisis de teorías y métodos y mucho más una crisis paradigmática.
Paulo Freire siempre celebraba el surgimiento de una nueva pedagogía. Los autores de este libro nos hablan de una Pedagogía de la intencionalidad. Si hay conciencia es siempre conciencia de algo, real o imaginario, que se dirige a algo, es intencional, toda educación, como toma de conciencia, es siempre intencional. Como toda pedagogía orientada hacia el futuro, la Pedagogía de la intencionalidad pretende formar para la consciencia activa, lo que significa educar para visibilizar lo que fue escondido para oprimir, educar para concientizar. Educar para la conciencia activa es educar para que emerja lo que todavía no es, lo no-aún, la utopía. Es también educar para la ruptura, para a rebeldía, para el rechazo, para decir “no”, para gritar, para soñar con otros mundos posibles.
La Pedagogía de la intencionalidad es también una pedagogía plural, polifónica, como toda pedagogía humanista. Lo que no significa que sea una pedagogía ecléctica. El pluralismo de esta pedagogía no significa eclecticismo o posturas “endulzadas”, como diría Paulo Freire. Significa tener un punto de vista humanista y, a partir de él, dialogar con los demás. Pluralismo no significa concordar con todo, aprovechar un poco de cada teoría. Significa saber dialogar con posturas diferentes sin renunciar a su propio punto de vista. Es por eso, que esta pedagogía también se incluye en la tradición de las pedagogías dialógicas. El diálogo tiene la virtud de no silenciar otras voces, sino de respetarlas y escucharlas.
La pedagogía de la intencionalidad es también una pedagogía de los derechos humanos y una pedagogía que educa para la paz. Es más fácil educar para la guerra que educar para la paz. Para educar para la guerra, basta abandonar la construcción del “ser” humano, el desafío de humanizarnos; aceptar que hace parte del ámbito de lo humano la ausencia de diálogo, la violencia, la intolerancia, el odio, la ley del más fuerte, la injusticia, el dominio de unos sobre los otros. Al contrario, para educar para la paz es necesario reconocer al otro como es, en su identidad, en su humanidad. Es preciso saber escuchar, entender al otro, entenderse a sí mismo, elaborarse continuamente como ser humano; percibirse como “estar siendo en el mundo”, es buscar, permanentemente, el “ser más”, reelaborarse; aprender en comunión, mediatizados por el mundo. No hay paz sin diálogo, sin justicia. Educar para la paz es desarmarse y desarmar los espíritus. El diálogo exige reciprocidad e igualdad de condiciones, romper con la jerarquización de las culturas, con el etnocentrismo, la homofobia, el machismo, la xenofobia, el patriarcado – que estableció el dominio del hombre sobre la mujer – romper con el pensamiento único.
La cultura de paz tiene que ver con algo más que la tolerancia y el respeto a las diferentes culturas. Está relacionada a la valorización de la diferencia, y, por lo tanto, a la eliminación de la concepción que desprecia socialmente lo diferente, que ve lo diferente asociado a algo negativo, inferior, de menor valor. La educación debe contribuir para romper las barreras de la producción y reproducción de la desigualdad y de la crueldad que están fundamentadas en las relaciones de dominación de clase, en las cuestiones étnicas, raciales, culturales, de género etc.
En una época de generalización de la información y de uso intensivo de nuevas tecnologías en el trabajo, en la escuela y en la sociedad, una educación problematizadora, emancipadora, puede desempeñar un papel decisivo. Las transformaciones sociales siguen las transformaciones en el modo de producción, que a su vez devienen de los cambios en los medios de producción. Ahora bien, hoy el principal medio de producción es el conocimiento que es la base de la investigación, la innovación y la producción.
Finalmente, la educación puede hacer alguna diferencia en el cambio estructural de la sociedad, pero no una educación cualquiera. Necesitamos una educación transformadora, emancipadora, que no le interesa a quienes se benefician hoy del modo de producción capitalista, sino a las grandes mayorías excluidas de los beneficios del capitalismo. El derecho a una educación emancipadora, es una lucha imprescindible y es por eso, que una Educación que parta desde una Pedagogía de la Intencionalidad, como plantea la obra, resulta imprescindible.
En función de los argumentos planteados, solicito a mis pares, la sanción favorable del presente proyecto de Resolución.

PROYECTO DE RESOLUCION
EL HONORABLE SENADO DE LA PROVINCIA DE MENDOZA
R E S U E L V E:

Artículo 1º: Declarar de interés de esta H. Cámara la presentación del libro, “Pedagogía de la Intencionalidad. Educando para una conciencia activa”, Ed. Homo Sapiens, Rosario, de los autores Rebeca Bize y Mario Aguilar, que será presentado en la Feria del Libro de la Provincia de Mendoza, el día 17 de Octubre.
Art. 2º: Otorgar diploma de estilo a los autores de la obra Prof. Rebeca Bize y Prof. Mario Aguilar
Art. 3º: De forma.

Compartir:

Post relacionados